Siempre les quedaría Paris
Después de haber vivido una única noche prohibida desenfrenada en su vida, Eleanor Bracewell-Lowen llevaba una existencia tranquila y recatada. Lord Cristo Wellingham, tras su vuelta a la alta sociedad de Londres, no se parecía en nada al hombre que tan brevemente conoció en Paris, pero seguía siendo, eso si, igual de arrebatador. En sus ojos de color ámbar, Eleanor detectaba algo que había visto muchas veces reflejado en los suyos propios: cierto anhelo. Pero aquel hombre podría arrastrar su buen nombre por el fango con tan solo una mirada...
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