Cuando Audra McPherson descubrió que su vecino Sam Tucker no era el aburrido ejecutivo por el que lo había tomado y supo que, en realidad, era policía y que necesitaba que ella se hiciera pasar por su prometida, no le quedó más remedio que aceptar.
Audra sabía que las parejas de enamorados eran incapaces de dejar de tocarse un minuto, pero, en su opinión, la escenificación de su compromiso por parte de Sam era demasiado realista. Sus apasionados besos le hacían pensar que o bien el policía había equivocado su carrera y debería haber sido actor, o bien estaba sembrando de besos el camino hacia el altar.
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